No todo error de contenido es un error de redacción. Muchas veces, lo que falla no es la forma. Es el fondo. Se publica algo prolijo, bien escrito, con formato correcto… pero no representa lo que la empresa realmente quiere comunicar.
¿Por qué pasa esto? Porque muchas veces se empieza al revés: queriendo llenar el calendario antes de tener claro qué decir. O peor: repitiendo lo que se supone que “hay que decir”, sin conectarlo con la realidad del negocio.
La claridad conceptual es más importante que la prolijidad formal
Un post bien escrito, con tono institucional y sin errores, puede ser irrelevante si no transmite una idea concreta. Y al revés: una publicación más cruda, menos pulida, puede ser mucho más potente si dice algo verdadero.
En el contenido B2B, especialmente, no alcanza con escribir bien. Hay que entender qué se quiere decir, por qué se dice, y para quién.
Las empresas no necesitan más palabras. Necesitan ideas claras
Cuando se escribe sin claridad conceptual, el contenido se vuelve decorativo. Llena el espacio, pero no construye. Repite frases hechas, busca agradar, o se apoya en fórmulas vacías. Y lo peor: aleja la comunicación de lo que la empresa realmente está trabajando.
Un buen contenido no es el que suena bonito. Es el que ayuda a ordenar lo que la empresa ya viene pensando, haciendo o decidiendo.
Muchas veces, nuestros clientes no tienen el mensaje terminado. Tienen ideas sueltas, presentaciones, conversaciones internas. Y está bien. Nuestro trabajo no es forzar una frase pegadiza, sino encontrar el núcleo de lo que vale la pena decir.
Publicar con sentido no es una habilidad estética. Es un ejercicio de comprensión.
Por eso, antes de escribir, escuchamos. Y cuando escribimos, lo hacemos para representar, no para decorar.